Imagen de Paul Kaptein
titulo: Buddhist monk
Igualmente advierte que cada conexión a internet, cada minuto de navegación en la World Wide Web son cientos de años que le toma al planeta descomponer y reabsorver una lata de refresco, un caucho o un rollo de papel higiénico usado.
Pero su preocupación por el medio ambiente, pasa por el agenciamiento de las teorías marxistas al nuevo territorio de las democracias occidentales luego de la caida de la URSS. Su admirada capacidad de preocupación por las políticas verdes, son las banderas que enarbolan los movimientos progresistas contemporaneos.
Luchar por la conservación de los bosques, la disminución del agujero de la capa de ozono, o del hecho irreversible del aumento de la temperatura del planeta son causas loables, sin embargo tratar de convencer al desprevenido que una nueva constitución o una legislación más dura para penalizar los delitos ambientales son simplemente para proteger al planeta y conservarlo para las generaciones futuras, es de un naïve asombroso.
A todos nos afecta el cambio climático, pero no estamos tratando el problema desde su origen, nadie quiere sacrificar su gadget por mantener vivo al oso panda rojo de China, o demandar a las empresas de Silicon Valley para que aporten tecnologías más eficientes y friend environment, si ello significa abandonar Snapchat y su insufrible carita de perro.
Un uso racional y unas políticas empresariales de concienciación sobre los daños irreversibles que se le hace al medio ambiente, es un progreso viable y un compromiso a asumir tanto por los ciudadanos como por los empresarios e industriales.
Dos poses de yoga y un perfíl en Instagram, no ayudan a controlar la polución ni la ineficiencia de los políticos en el cumplimiento de las normas actuales que protegen al medio ambiente.
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